Ramón Hugo Schamber
Nací en la provincia del Chaco, a más de 1.100 kilómetros de la Capital, donde el agua potable escasea y la sequedad sobra; donde el sol pocos días se esconde, donde la tierra asa la piel. Quitilipi es el nombre aborigen de ese pueblo perdido entre los resisteros del viento norte, la quimera del oro blanco y los duros quebrachales, donde el ruido de los lejanos truenos y el olor de la tierra mojada llegan por las ventanas de las casas como un sueño. Siempre andariego, como mi padre —tal vez sea la herencia de los alemanes del Volga—, o una virtud de mi signo, Géminis, que me dotó de curiosidad y de un corazón inquieto, enamoradizo de la inteligencia. Amo lo lúcido y la comunicación. Prefiero a las personas divertidas.
Desde el 2012 estoy jubilado, y ahora vivo en Buenos Aires, sin tiempos.