La arquitectura por ser una narración de la vida tiene un anclaje profundo en las comunidades donde el hombre se desarrolla. Por lo tanto, tiene la impronta de pertenecer no solamente a un sitio, emplazamiento o paisaje, sino ser representante de una lectura acorde con las personas que habitan esos espacios.
La libertad creativa está asociada en que una casa, edificio, ciudad, exprese a las personas y comunidades. No son objetos antojadizos, tienen conexión con el hábitat y su tiempo.
Cualquier edificio de la antigüedad nos ofrece una lectura de las personas que lo habitaron, porque los arquitectos supieron traducir en sus propuestas las singularidades de esas sociedades, sin dejar de ser creativos; pero sí responsables de su tarea, de su tecnología, su manera de vivir, de sus creencias y de su trascendencia en la historia de los pueblos y ciudades, y que hoy perdura ese sentimiento como un mandato a la tarea del Arquitecto.